A Laia le encantaba el pan, pero no de cualquier manera, menuda era ella, tenía que ser recientito recientito, le volvía loca, cualquier trocito de la mesa le valía, pero recien hecho... Cuando me veia venir con bolsa y olia el pan, se ponía delante de mi reclamando lo suyo, antes de dárselo, ya estaba masticando, me hacia mucha gracia. Además era el pan de pistola, el que yo hago en la panificadora, ese no.
Como le gustaba tanto, un año en su cumple, le compramos una barra para ella sola y le pusimos un lazo, bueno, como si le hubieramos regalado un jamón, pero la tonta, después de chupetearlo y adorarlo durante un rato, lo partió en dos trozos y lo enterró por el jardín, para cuando vinieran tiempos peores debia ser , todavía tendré por el jardín un buen montón de sus tesoros enterrados... Yo me enfadaba con ella, por que de vez en cuando aparecía en casa con algo asqueroso lleno de tierra, recien desenterrado y si hacia mal tiempo, me lo enterraba en las macetas de casa y se quedaba tan fresca, se ponía a disimular con los hocicos llenitos de tierra, era poco habil en el arte del disimulo
1 comentario:
HOLA CIBER !
No puedo regalar una barra de pán a LAIA pero vete en mi blog, tengo una sorpresa para vosotras dos...
Abrazo
Madi2610
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