Pasó un tiempo, en ese tiempo murió mi hermano, tu tan pequeñita aún, ya sabias sacarnos una sonrisa hasta en los peores momentos.
Al mes, me quedé embarazada, nada más saber la noticia, cogimos nuestra perrilla y nos fuimos a pasear los tres flotando, como se flota solo con estas noticias.
Mi barriga iba creciendo a la par que tú, mi cachorrita estaba dejando de serlo y un nuevo cachorrito estaba a punto de entrar en escena. A pesar de mi barriga yo te seguí sacando hasta la última tarde antes de ponerme de parto, no se como nos apañábamos pero paseábamos, para mi era un gran placer y no me lo perdía por nada, me acuerdo que aquella tarde iba andando que daba pena verme, pero terminamos nuestro paseete.
Durante el embarazo, tu ponías la cabeza en mi tripa, me la olisqueabas... yo siempre me pregunté si tenías idea de lo que estaba pasando allí. Nosotros desde el primer momento en que llegaste a casa, pensábamos tener niños y te preparábamos para ello, te metía aposta la mano en la comida mientras comías y todas las cosas que imaginábamos que se le podían ocurrir a un niño, ya embarazada, te dábamos a oler las cosas que traíamos para el bebé, cuando se acercaba el parto, yo me pasaba tardes enteras tumbada en el sofá acariciándote, tal vez eso no estuvo bien, pues el cambio sería más duro...
Me puse de parto de noche, estábamos los tres dormidos en el salón, imagino por una serie de esas con somnífero que ponen a esas horas... Y rompí aguas, nos fuimos para el hospital y tu nos mirabas con cara de no entender nada, imagino que pensarías donde iríamos a esas horas y con la que estaba cayendo... como veis, la lluvia nos acompaña siempre en los momentos importantes de nuestras vidas... en nuestra boda, en el nacimiento de nuestra bebé y en tu enfermedad...
Nació la peque y Juan desde el primer día iba a casa a cuidar de ti y te llevaba la ropita usada de Celia para que te acostumbraras a su olor, tal y como habíamos leído, en la montaña de revistas que devoraba durante mi embarazo. Llegamos a casa, me senté en la mecedora y te presenté a Celia, en ese momento despertaste en ti un amor hacia a los niños, que te acompañó siempre.
Como era inevitable, por más que leyéramos revistas y más revistas y más con un bebé que se negaba a dormir a sus horas y que nos llevaba como zombis día y noche, tu notaste el cambio, hacía un frío horrible y había días que no te sacábamos, yo solo pensaba en una palabra que se convirtió en obsesión para mi: DORMIR, la niña se tiró sin dormir del tirón casi hasta los 3 años, para que os hagáis una idea, ni método Estivill ni nada de nada y claro, manifestaste tu malestar, digamos de manera un poco salvaje.
Aparte de tu afán jardinero, ya te comportabas en casa, habías aprendido que no estaba bien visto comerse la escalera ni las puerta, ni mordisquear patas de silla, ni arañar cristales y volviste a las andadas, pero con la cosas de la niña, te comiste la puntilla del arrullo y en la mantita del sofá tengo un recuerdo donde se puede ver perfectamente, la marca de tu dentadura, ahora me hace gracia y acaricio esa marca constantemente, pero entonces, pues simplemente no le vi la gracia. Con la niña , bueno, digamos que la tolerabas y te levantaba la curiosidad, siempre ibas al cuco a olisquearla y tal, nosotros mientras no la molestaras, te dejábamos hacer, pero la niña podía desgallitarse llorando que tu no movías un músculo para avisar ni para nada
La cosa fue cambiando, con el paso de los meses, te diste cuenta que aquella cosa llorona , tenía algo bueno, muyyyyyyyy bueno, estaba aprendiendo a tomar sus primeros purés y el suelo de la cocina acababa lleno de una cosa muy rica y varias veces al día, eso te gustaba y cada vez que oías que se acercaba la hora del puré, tu sentada allí cerquita, incluso a veces había suerte y caía un trozo de pan chupeteado, pero pan al fin y al cabo.
Empezó el buen tiempo y volvimos a nuestros paseos, íbamos las tres, Celia en su carrito y tu y yo con la correa, nunca tuvimos ningún problema, pués yo me buscaba horas sin mucho perro por la calle, volvíamos a disfrutar de estar al aire libre y Celia descubría de tu mano el mundo, viéndote saltar y correr por todas partes
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