viernes, 30 de mayo de 2008

COMO UN ELEFANTE EN UNA CACHARRERIA


Entraste en mi vida como hacías todo, como se dice? Como un elefante entrando en una cacharrería? Si, algo así eras tú. Tu timidez de aquel primer momento, dio paso a tu personalidad arrolladora, acentuada por la preciosa locura que tienen los cachorritos de dos meses.

Al ver tu gran tamaño, desistí de llevarte a lo que sería tu casa en una minúscula mochila, la utilicé para transportar en ella el resto del confeti para perros y a ti... a ti, cogí las páginas amarillas, intentabas ayudarme arrancándome las hojas de la guía con tus diminutos dientes, mientras saltabas y mordisqueabas papel amarillo, llamé uno tras otro a servicio de taxis, ninguno quería llevar un perro sin ningún problema en hacer sus necesidades donde le pillara, aunque esto fuera un coche de servicio público.

Cuando ya el suelo empezaba a estar cubierto de papeles amarillos babeados, por fin me dijeron que si, cuando llegó el taxista y me vio contigo en brazos, me di cuenta de que el buen hombre no estaba informado de tu presencia en SU TAXI pero como ya estaba allí... Total, el viaje fue largo, el taxista superagradable hablaba sin parar mientras yo rezaba para que no dieras rienda suelta a tus instintos más primarios dentro del coche de ese señor tan simpático.... Por si no fuera poco, el señor taxista se perdió, otra cosa más en la que pensar: se mearía al final el perro?? Tendría yo suficiente dinero para pagar semejante carrera? ... Pero todo salió bien, fuiste una señora y te controlaste, el taxista después de intentar en varias ocasiones que te diera de regalo para su hija, no me cobró parte del trayecto y llegamos sanas y salvas a casa.

Yo miraba tu reacción, entraste en casa como si nada, como si siempre hubieras vivido allí, tan loca y curiosa como has sido siempre. Lo primero que hicimos, fue llamar a mi vecina para enseñarle orgullosa aquella bola peluda blanca tan adorable que eras, todo el mundo quedaba prendado de ti, no era para menos ante semejante bellezón. Una vez solas en casa, volví a echarte en un platito unos cuantos confetismulticolor que devoraste ansiosa, todo fue tan rápido que no tuve tiempo de comprar nada, te miré y me dije: bolilla, tenemos que ir de compras!!

Pero eso sería otro día, ahora ya era de noche y había que improvisar, busqué por el garaje y encontré una cesta verde de fruta que utilicé en la mudanza, era el tamaño perfecto, metí un buen montón de papel de periódico, una mantita, tu peluche, te metí dentro y nos subimos a dormir, te puse a mi lado, justo en el mismo lugar donde años después pondría la cuna de mi hija . Eras un bebé separado de tu madre y como tal, pasaste la noche lloriqueando, yo metía medio dormida la mano en la cesta, te acariciaba un poco y volvías a dormir tan tranquila.
Así pasamos nuestra primera noche juntas, solas, tu y yo, me sentía inmensamente feliz, hoy volvía Juan de viaje y nos preparábamos nerviosas,( bueno, yo más que tú) para que le causaras buena impresión, limpiaba afanosa cada uno de los pises que ibas haciendo por todas partes, pero eras más rápida tú que yo con la fregona, además no ayudaba que te chiflara mordisquearla en cada movimiento. Al fin llegó, contuve la respiración, os visteis y saliste como una flecha hacia él como si supieras quien era, lo habías vuelto a hacer, otro enamorado, volviste a triunfar rompecorazones .

2 comentarios:

cibercelia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

¡¡Qué preciosa historia!! Se descubre a través de lo que cuentas que Laia estaba destinada a ser tuya desde el principio.