Hoy hemos salido ha tirar la basura y a dos casas de aquí estaba tumbada en la puerta la perra de la cerrajería, te acordaras de ella, es esa perra marrón de caza, que siempre tiene las tetillas como si estuviera criando, esa que tiene una edad indefinida totalmente, la conocemos de siempre aquí y siempre la hemos conocido ya vieja.
Pues estaba aquí en la urbanización, tal lejos de su "territorio", sabes que andaba siempre como a quince minutos de aquí, en la puerta de la cerrajería y que a veces hemos tenido cierto recelo al pasar ante ella, pero luego el animal, rara vez movía un músculo.
La hemos llamado, primero a voz normal, luego gritando y nada, debe estar ya más bien sorda, hemos vuelto a casa a por un cacharro con agua, una galleta de las tuyas que aún quedan por aquí despistadas.
Nos hemos acercado a ella, colocándonos delante de ella para no asustarla, pues no se ha percatado de que andabamos allí, le he ofrecido la galleta y mientras la olisqueaba le he visto los ojos, velados por esa tela que se les pone a los perros cuando ya apenas ve, se ha levantado con las patas temblorosas y bastante dificultad, Celia decía que temblaba de frío, más bien esas patitas cansadas suyas, no le aguantan ya mucho, de primeras no ha comido la galleta, pero ha bebido gustosa el agua, yo me la he quedado mirando, siempre me ha gustado veros beber...
Después se ha acercado a Celia buscando sus manos, tenía hambre si y mucha, hambre de cariño, solo buscaba nuestras manos, se apoyaba en mi pierna mientras la acariciaba, me ha chocado su tacto, tan diferente al tuyo, acariciar a esta perra era como acariciar terciopelo... no, el terciopelo es más suave, más bien parecía ante, mientras la acariciaba me he dado cuenta de que a su rabo, siempre entre las patas, le faltaba un trozo, sus costillas se le podían contar perfectamente y las patas traseras muy curvas... en ese momento me he acordado de ti y he pensado por el estado del animal, lo poquito que le debe faltar para reunirse contigo...
Hemos pasado largo rato en un baño de caricias, Celia la acariciaba sin ningún pudor la garganta y le tocaba las patas y entonces una vena racional pasa por mi cabeza, que hago acaricando a un perro que no conozco, que ni se si esta enfermo y dejando a mi hija con él... Tu padre no lo hubiera aprobado, pero ese animal no podía hacer nada malo a mi hija, más bien todo lo contrario.
Nunca he sabido si este animal tenía dueño, solo se que lleva un collar antipulgas que alguien le debio colocar hace tiempo ya, que pasaba el día delante de la cerrajería y ultimamente la habiamos visto en la terraza de ese restaurante tan pijillo de la entrada del pueblo, la primera vez que la vi allí, me chocó que la dejaran estar tumbada encima de su césped artificial inmaculado, incluso le habían colocado un recipiente para el agua, pero no parecía importarles, el camarero iba sirviendo sus mesas y la perra mientras descansaba allí en la sombra sobre el césped de mentira como una reina... era una imagen cuanto menos peculiar... Pero nunca la habíamos visto por allí.
Pero ella estaba bastante interesada en estar sentada a la puerta de esas casa, ella sabrá por que. He intentado volver a casa a seguir con las tareas, pero Celia no quería venir, quería estar con la perra, la hemos traido una latita de foigras, pero solo lo ha lamido un par de veces, se ha venido hacia mi casa y ha intentado entrar tras de nosotras, Celia me ha mirado poniendome ojitos y le dicho que no, que lo sentía pero que no podía entrar, que a papá no le iba a gustar y que lo mismo tenía dueño y mi hija me ha dicho, que da igual si tiene dueño, que no la cuida...
Yo le he explicado que alomejor no es que no la cuiden, que la perra es muy mayor ya, mucho más que Laia y ni siquiera quiere comer ya y me ha preguntado si habrá sido feliz... Eso mismo me pregunto yo...
jueves, 3 de julio de 2008
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