Por fin llegó el día que esperaba y aunque no fue como me lo imaginaba, por culpa del calor y el dolor de cabeza de Juan, también fue estupendo.
Era el primer día de Jara aquí, en tu santuario y aunque estaba feliz por Jara, no podía evitar acordarme de tí, cuando Jara pisaba por primera vez miedosa, la escalera que lleva al embalse, me acordé de lo maravillosa que fue la última vez que tú la bajaste, tuvo que ser con ayuda, bajaste como una reina en brazos de Juan, pero fue llegar a la orilla y respirar aquel aroma a menta que levantabamos al pisar y te animaste, te acercaste a mi buscando mi mano amiga, como dándonos las gracias por aquel respiro en tú sitio favorito y como lo disfrutaste, sacaste fuerzas de tu alma y hiciste mágica aquella tarde que recuerdo con cariño.
Ahora es Jarita quien disfruta como tú de tu santuario, metiendo primero las patitas timidamente en el agua y luego sentándose barriga dentro en el agua, Jara salta con las patitas alegres por la orilla y corretea divertida alrededor de nosotros. Llegamos a las piedras que tu subias con tanta gracia y agilidad y me reí viendo que Jarita simplemente no podía, pues la piedra era más alta que ella.
El riachuelo que baja de la montaña, donde a ti te gustaba beber sin parar, estaba seco, tal vez la próxima vez Jarita pueda beber también ese agua tan fresquita, luego montamos el chiringuito al mayor estilo dominguero, con mantel, vasos de plástico, nevera y demás..., comimos casi a solas, pues al ser día de diario y agosto, no se veía movimiento por allí, asi es que muy tranquilos.
Nos volvieron a visitar nuestros amigos los pájaros caraduras, que los bautizamos así contigo, por que nuesto conocimiento pajaril es escaso y no sabemos como se llaman y por que tienen una cara impresionante para reclamar un poquito del festín, Celia les tiraba pan y Jara era más rápida en dejarles sin merienda. Lástima que el dolor de cabeza de papá diera por concluida la excursión, pero no importa, disfrutamos lo que pudimos, que fue mucho y volveremos pronto, tal vez cuando las moras esten ya dulces
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