Son las primeras Navidades de Jara en casa y en su vida, tiene ocho mesecitos ya, toda una señorita y estamos pasando unas Navidades juntas muy mágicas, por que para mi compartir otra vez con un perro mi vida, es totalmente mágico y más como lo estoy haciendo con ella. Mi gran regalo de Navidad lo recibí este año en el mes de Junio de manos de unos amigos que aún no conocía.
Tú eras muy grandota y no había bolso en el que meterte ni cuando te conocí, que me quedé como una tonta mirando que tú tamaño y el de mi ridícula mochila no coincidían e iba a ser imposible meterte dentro para llevarte a casa en autobús, así es que Doña Laia llegó a casa en taxi como una señora, lo que fuistes siempre.
Pero Jarita, que fuimos a buscarla desde los Madriles a Bilbao a casa demi amiga Marisol, para que fuera como otra señora en coche con su familia, como es cuarto kilo como dice cariñosamente mi padre, la meto en su bolsita y va a todas partes con nosotros
Como no podía ser menos, decidimos ir mi hija y yo a vivir la aventura de ir al centro de Madrid a empaparnos del espíritu de la Navidad que el Corte Inglés y demás preparan cada año. Y vaya si nos empapamos, caía una lluvia de estas bobas menuditas, que parece que no cae y al rato estas calada. Pues allí ibamos nosotras a pasar por todas las estaciones que manda la tradición del centro de Madrid en Navidad.
Comenzaba nuestra aventura, con Jara en el bolso, con su cabecita fuera, sin saber si nos dejarían subir al bus, nosotras decididas y como si tal cosa, subimos y no nos dijeron nada al respecto de la cabecita sospechosa que se asomaba en el bolso. Nos sentamos triunfantes en nuestros merecidos asientos, liberamos a Jara del bolso y nos dispusimos a disfrutar la experiencia.
Llegamos a Madrid asadas como pollos, el señor conductor llevaba la calefacción a tope y la llevábamos justo encima, como ya no sabiamos que quitarnos y Jara jadeaba, le tuvimos que pedir a gritos al buen señor, que por favor bajara la temperatura del grill. Bajamos derechitas a la máquina del agua.
Como nos salió bien lo de perra bus-bus perra, probamos con el dueño de la Navidad en el centro, el Dios Corte inglés, nos permitiría pasar con Jara?? Celia ni quería entrar, le dije que no pusiera caras raras, que entrara sin más, así de decididas y con Jara asomada mirando todo con esos ojitos negros curiosos, nos adentramos en la boca del monstruo, donde nos recibió su cálido aliento de calefacción a tope, a la derecha franqueaba la entrada una guarda de traje rojo que parecía un poster,ni nos miró. Celia quería ir a ver los juguetes, como no, donde estaban los dichosos juguetes?? en la séptima planta, venga escaleras mecánicas y la niña con cara de poker por la perra, como si estuviera dometiendo algún delito grave, menos mal que aquel mundo mágico en el que nos adentrabamos, lleno de juguetes por doquier, la hizo olvidar a mi pequeña delincuente el tema de llevar de polizón a Jara.
Una vez superada la prueba del Corte Inglés, ya estábamos preparadas para todo, fuimos con ella a cantar la canción de Cortilandia, entre paragüas que nos regaban el hombro y gente sin educación que según llegaban se plantaban delante como si no estuvieramos, una vez cantada la cancioncita de turno que yo segui entonando toda feliz por la calle Preciados para vergüenza de mi hija, entramos en la jungla de Fnac, que horror, que calor, que de gente, de donde sale tanta gente? la fabrican allí? vamos, que decidimos irnos enseguida a respirar del nuevo el "aire puro" de la calle.
De allí como no podía ser menos, a comernos el bocata de calamares que manda la santa madre iglesia, que cosa más rica, una vez confortado nuestro estómago nos asomamos a Pontejos, no metimos ni un pie, más gente al mogollón NO POR FAVOR, el belén de enfrente imposible, la cola daba la vuelta a la calle, eso que era un día de diario y llovía.
Celia me preguntó sorprendida que esperaba la gente de una larga cola delante de una tienda que ponía Doña Manolita, después de la explicaciones, no se quedó nada convencida, se quedó mirando a un señor que vendía loteria también y que estaba allí plantado solito y me dijo que por que no se la compraban a él, pués ya ves, los mayores hacemos a veces cosas muuuuuuuuuu raras.
Luego visitar la Pza de las bromas y la Pza mayor estuvo chupao, nos reimos con los gorros navideños, cada año más estravagantes y dejamos que nos sacaran casi seis euros por unos patitos minúsculos de plástico que Celia quería para su belén y que tenían que ser Made in Pza Mayor, no podían ser de los chinos, que tenían unas cajas monísimas con una familia de patos más numerosa y mucho más barata, en fin, lo hice por la tradición sin sentirme timada ni nada, o casi.
Ya estábamos un poco saturadas de espíritu Navideño de plástico y espumillón, asi es que cogimos la calle dispuestas a pasar como última parada a la Mallorquina a por nuestras napolitanas y para casita ,cogimos el bus sin problemas y la perrita y la niña se quedaron dormidas en la carroza que las llevaría a su querido pueblo sin gente pisándote y regándote con el paragüas.
Y según bajamos del bus, perdón, de nuestra carroza Navideña, Jara que no había dado rienda suelta a sus necesidades más primarias en todo el día, dió por finalizada la aventura procediendo a ello según pusimos el pie en nuestro pueblo, estamos en casa.