Esta mañana me he despertado pronto, mi cuerpo lo sabía, los nervios a flor de piel no me dejan, parece un día como los demás, pero no puedo pasar por alto aunque lo intente, por no mortificarme, que hoy hace tres meses que me faltas, largo tiempo en el que han pasado tantas cosas... tres meses en los que mi vida se ha puesto del revés, sigo luchando, a veces sin ganas de luchar, a veces incluso olvidando el verdadero motivo de que mi vida me resulte tan extraña, tan en el aire, tan poco mía.
Parezco una espectadora de mis días, solo eso, siento que todo lo que gira a mi alrededor, no me pertenece, tan solo puedo mirar temerosa de que se me arrebate en cualquier instante lo que aún retengo a mi lado con celo, sin armas, sin lucha...
También debo reconocerte que el tiempo va mitigando mi dolor, aunque solo sea por supervivencia, mi cuerpo esta aprendiendo a llevarlo, siempre en secreto por la incomprensión del mundo, no se entiende que pueda existir un amor tan grande que ni siquiera la muerte pueda borrarlo y hay que callar, sufrir, callar e incluso sonreir... El mundo es así de exigente y no permite pararnos ni a llorar.
La semana pasada encontré un juguete tuyo, olvidado todo este tiempo en un árbol, tal y como me dijeron que pasaría, sonreí.
Ojalá esa sonrisa mía vaya poco a poco ganando a este dolor que me consume el alma y pueda ser dueña de mi vida como antes lo era, sin miedos...
En este tiempo, tuve la urgencia de tapar mi dolor, pensando enfermizamente en otro perro, incluso fantaseé con tener a mi galga a mi lado, pero viendo ahora sus fotos, tan feliz en el lugar donde está, me dí cuenta que el tiempo paso de nuevo por encima de mis deseos y puso las cosas en su sitio. No hay ahora mismo un lugar que ocupar, sigues ocupándolo tú y es así como debe de ser, la vida te enseña...
El tiempo seguirá pasando, para bien y para mal, no quiero imponer ni imponerme nada, ni ganas de eso me quedan, será la vida la que decida por mi... Pero hoy, día 26 de agosto del 2008, día en el que tendrías que estar disfrutando del fresco de la mañana en tu porche, sentada como tu hacías cada verano, con esa mirada relajada, casi magestuosa, como una esfinge, segura y satisfecha... hoy, me levanto de esta silla contigo en el alma y mi vida por delante, con el papel en blanco, esperaré a leer lo que se escriba en él