Bueno, no llevo mucho tiempo aquí, apenas acabo de llegar, me siento un poco raro. Aún ando adaptándome a esta nueva vida que apenas comienza para mí, tengo muchos amigos que me acompañan para que no me pierda, a las puertas me esperaba una perrita blanca de muy buen ver, no se ha separado de mi ni un momento, me está ayudando a encontrar mi lugar.
Desde aquí veo vuestras caras tristes y no las acabo de comprender, decís que he tenido poca suerte en la vida... Yo no lo veo así, es verdad que mi dueño no me quería como hubiese querido y que me han pasado cosas algo desagradables, pero he vivido un montón de aventuras, he conocido a mucha gente buena que me daba su cariño aún sin conocerme y la última parte de mi vida, ha sido plácida y feliz.
Es verdad que no he tenido el hogar que deseasteis para mí, pero yo si he sentido en mi corazón ese hogar latir, para mí la calle era mi hogar, me sentía libre, iba y venía a mi antojo, cuando me apetecía sentir un rato ese calor de hogar, siempre tenía aquel taller donde tan buenos ratos he pasado, me hacían sentir en casa, cuantos juegos he compartido y cuanto cariño he recibido, por no hablar de los buenos platos de comida que esa buena gente preparaba para mi... Todavía se me hace la boca agua.
Y bueno, creo que he sido feliz a mi manera... A mi manera de perro he disfrutado el momento, disfrutar y disfrutar persiguiendo algún conejo, campeando, encontrando por el camino, por que no decirlo, alguna que otra novieta... Por que uno ha sido de buen ver, morenazo y con mi mirada color miel, pocas se me escapaban...
También me gustaba sentarme a esperar a que abrieran el taller y menuda alegría al verlos llegar de nuevo en su coche oliendo a cosas ricas, tumbarme con aquellos perritos pequeños al sol las horas muertas, hummmmmm que rica sensación el solecito calentando mi lomo... tantas y tantas cosas buenas. Me he comido la vida con patatas, la he saboreado en toda su rica gama de sabores, con todos sus matices, dicen que los perros no distinguimos sabores, pero yo sé que no es cierto, la vida tiene muchos para ofrecer, a los perros también: unos son dulces, otros amargos también, pero esos los he digerido rápido y me he quedado sesteando con los ricos y jugosos, deleitándome tumbado feliz con mi vida de perro.
Antes no pensaba estas cosas, pero aquí tengo más tiempo, he pensado largo rato y he llegado a esta conclusión: Si, ciertamente hubiera estado muy cómodo y feliz tumbado en la alfombra de aquel salón con chimenea que soñabais para mí, hubiera disfrutado escarbando en su jardín y de la compañía y el calor de una verdadera familia... Pero si mi vida hubiera sido así, no podría haber hecho lo que hice a lo largo de mi vida y que tanto me gustaba, ahora creo humildemente que esa era mi misión, yo me ocupé de poner a salvo a muchos otros perros que andaban en la calle como yo, llevándoles conmigo hasta el taller, donde sabía que estarían bien y podría compartir la comida que allí me ofrecían con ellos.
Mi “última misión” fue la más especial, acompañé hasta lo que consideraba mi hogar, a aquella dulce galguita que encontré debajo de un remolque, aquella perrita tenía algo muy fuerte que me removía por dentro... Se montó una buena con la llegada de esa perrita, sentía como la gente aún sin conocerse, iba formando algo tan poderoso, que provocó removerlo todo hasta conseguir que aquella galguita fuera recogida por una protectora y acabara encontrando un hogar, lejos, pero un hogar al fin y al cabo.
No sé aún muy bien como sucedió, pero yo acabé acompañando a aquella galguita hasta la protectora, nos hicimos compañía y finalmente la vi partir. Yo me quedé allí, conociendo a más perros como yo, haciéndonos compañía mutua. Allí, una vez me acostumbré al cambio, pude seguir teniendo mi vida de perro, una feliz vida de perro, disfrutaba de la buena comida y del cariño que recibía a raudales de aquellas personas nuevas para mí, seguí disfrutando de mis siestecitas de abuelo al sol, tenía un techo sobre mí para guarecerme del frío, del calor y de los peligros, estaba tranquilo al fin.
Iba a decir que todo acaba, pero no, no acaba, simplemente cambia, tuve aquella última misión de la que estoy tan orgulloso y en la que tantas cosas cambiaron, cuanto se movió por un solo perro, cuanta gente unió sus manos y sigue aún unida por aquella galguita atigrada. Después de que acabará felizmente la misión más importante de mi vida, disfruté unos meses de merecidas vacaciones todo incluido, ahora mi trabajo allí abajo ha terminado y comienza otra etapa para mí, aquí, al otro lado del ARCO IRIS.
“ Moro, nunca olvidaré tus ojos color miel, he elegido esta frase de un libro que, me gustó especialmente y he considerado apropiada, espero de corazón que así sea y esta carta libere las almitas y no las atormente”
Cualquier sueño es posible
para quien se escucha a sí mismo,
vence el miedo
y emprende un camino
Desde aquí veo vuestras caras tristes y no las acabo de comprender, decís que he tenido poca suerte en la vida... Yo no lo veo así, es verdad que mi dueño no me quería como hubiese querido y que me han pasado cosas algo desagradables, pero he vivido un montón de aventuras, he conocido a mucha gente buena que me daba su cariño aún sin conocerme y la última parte de mi vida, ha sido plácida y feliz.
Es verdad que no he tenido el hogar que deseasteis para mí, pero yo si he sentido en mi corazón ese hogar latir, para mí la calle era mi hogar, me sentía libre, iba y venía a mi antojo, cuando me apetecía sentir un rato ese calor de hogar, siempre tenía aquel taller donde tan buenos ratos he pasado, me hacían sentir en casa, cuantos juegos he compartido y cuanto cariño he recibido, por no hablar de los buenos platos de comida que esa buena gente preparaba para mi... Todavía se me hace la boca agua.
Y bueno, creo que he sido feliz a mi manera... A mi manera de perro he disfrutado el momento, disfrutar y disfrutar persiguiendo algún conejo, campeando, encontrando por el camino, por que no decirlo, alguna que otra novieta... Por que uno ha sido de buen ver, morenazo y con mi mirada color miel, pocas se me escapaban...
También me gustaba sentarme a esperar a que abrieran el taller y menuda alegría al verlos llegar de nuevo en su coche oliendo a cosas ricas, tumbarme con aquellos perritos pequeños al sol las horas muertas, hummmmmm que rica sensación el solecito calentando mi lomo... tantas y tantas cosas buenas. Me he comido la vida con patatas, la he saboreado en toda su rica gama de sabores, con todos sus matices, dicen que los perros no distinguimos sabores, pero yo sé que no es cierto, la vida tiene muchos para ofrecer, a los perros también: unos son dulces, otros amargos también, pero esos los he digerido rápido y me he quedado sesteando con los ricos y jugosos, deleitándome tumbado feliz con mi vida de perro.
Antes no pensaba estas cosas, pero aquí tengo más tiempo, he pensado largo rato y he llegado a esta conclusión: Si, ciertamente hubiera estado muy cómodo y feliz tumbado en la alfombra de aquel salón con chimenea que soñabais para mí, hubiera disfrutado escarbando en su jardín y de la compañía y el calor de una verdadera familia... Pero si mi vida hubiera sido así, no podría haber hecho lo que hice a lo largo de mi vida y que tanto me gustaba, ahora creo humildemente que esa era mi misión, yo me ocupé de poner a salvo a muchos otros perros que andaban en la calle como yo, llevándoles conmigo hasta el taller, donde sabía que estarían bien y podría compartir la comida que allí me ofrecían con ellos.
Mi “última misión” fue la más especial, acompañé hasta lo que consideraba mi hogar, a aquella dulce galguita que encontré debajo de un remolque, aquella perrita tenía algo muy fuerte que me removía por dentro... Se montó una buena con la llegada de esa perrita, sentía como la gente aún sin conocerse, iba formando algo tan poderoso, que provocó removerlo todo hasta conseguir que aquella galguita fuera recogida por una protectora y acabara encontrando un hogar, lejos, pero un hogar al fin y al cabo.
No sé aún muy bien como sucedió, pero yo acabé acompañando a aquella galguita hasta la protectora, nos hicimos compañía y finalmente la vi partir. Yo me quedé allí, conociendo a más perros como yo, haciéndonos compañía mutua. Allí, una vez me acostumbré al cambio, pude seguir teniendo mi vida de perro, una feliz vida de perro, disfrutaba de la buena comida y del cariño que recibía a raudales de aquellas personas nuevas para mí, seguí disfrutando de mis siestecitas de abuelo al sol, tenía un techo sobre mí para guarecerme del frío, del calor y de los peligros, estaba tranquilo al fin.
Iba a decir que todo acaba, pero no, no acaba, simplemente cambia, tuve aquella última misión de la que estoy tan orgulloso y en la que tantas cosas cambiaron, cuanto se movió por un solo perro, cuanta gente unió sus manos y sigue aún unida por aquella galguita atigrada. Después de que acabará felizmente la misión más importante de mi vida, disfruté unos meses de merecidas vacaciones todo incluido, ahora mi trabajo allí abajo ha terminado y comienza otra etapa para mí, aquí, al otro lado del ARCO IRIS.
“ Moro, nunca olvidaré tus ojos color miel, he elegido esta frase de un libro que, me gustó especialmente y he considerado apropiada, espero de corazón que así sea y esta carta libere las almitas y no las atormente”
Cualquier sueño es posible
para quien se escucha a sí mismo,
vence el miedo
y emprende un camino
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